
¡Ha resucitado! ¡ALELUYA!
Pascua, tiempo de alegría y gozo
La característica más destacada de este tiempo litúrgico es la alegría. La música, el canto, las vestiduras, las lecturas y otros textos, todo en él está orientado a expresar los sentimientos de júbilo. Encuentra su punto culminante en la aclamación «Aleluya», que se repite constantemente en las celebraciones.
En la noche de Pascua, el sacerdote o el diácono la entona tres veces, y el pueblo la repite. Es el heraldo de la buena nueva de la resurrección. Cristo muere por nosotros, para salvarnos de nuestros pecados. Nuestro camino junto a Él será real. No nos fallará nunca. Nos acompañará siempre.
¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!
«Aleluya» es una palabra de origen hebreo, que significa sencillamente «alabanza a Dios». Es una aclamación que la Iglesia ha heredado del Antiguo Testamento y, por tanta constituye un nexo de unión con la liturgia del templo y la sinagoga.
Es difícil captar con precisión su significado en una traducción, puesto que, más que un pensamiento, expresa un sentimiento religioso, evoca una atmósfera particular de alabanza y gozo.
La Pascua nos invita no sólo a escuchar a Jesús, sino, en el instante en el que se le escucha, a aprender a ver desde el corazón. La máxima solemnidad del calendario litúrgico nos anima, mirándole a Él, a Aquel que ha muerto y ha resucitado, a descubrir que Dios está en el de al lado, en el prójimo.
El anuncio de la Resurrección es un anuncio de alegría porque DIOS ES AMOR
