#HMMigraciones
Hijos de una tierra nueva
La humanidad se mueve. Desde tiempo inmemorial las personas se desplazan de su lugar natural a otras tierras con la legítima aspiración de encontrar una vida mejor. Lo hacen por motivos diversos, aunque en el fondo está siempre el mismo: mejorar su calidad de vida. En general, en el origen de la inmigración están las dificultades graves para encontrar una vida digna en el propio espacio vital.
En ocasiones lo que lleva a cambiar de tierra es la inestabilidad social o política del lugar en el que viven o la presencia de un conflicto violento que obliga a salir del propio hogar, con todo lo que eso significa. En otros casos es la dificultad para encontrar un trabajo digno o el acceso a una educación que permita tener un futuro mejor. En ocasiones es la persecución política o religiosa de personas lo que motiva cambiar de vida.
La aspiración a mejorar la propia vida o a garantizar las condiciones para una supervivencia digna es legítima. Todos deseamos permanecer en la tierra en la que hemos nacido, pero no siempre es posible. Los inmigrantes llegan a los países de acogida por los cauces previstos para poder realizar una integración que va más allá de la simple acogida y pasa por la protección y la promoción personal. Al mismo tiempo, cuando se dan condiciones repentinas y graves también resulta conveniente facilitar los trámites para esa inmigración.
Las catástrofes humanitarias o las guerras ocasionan un desplazamiento de personas que tenían un modo de vida establecido que, repentinamente ha desaparecido. En estos casos es necesaria una mirada amplia que responda eficazmente a las necesidades urgentes que se suscitan, atendiendo a la dignidad de cada persona y mirando al que sufre desde el respeto y la misericordia.
La Iglesia propone una acogida inmediata de todos los que se ven obligados a salir de su país para proteger su integridad personal o su propia vida. Pero el proceso no se acaba en una simple acogida. Al mismo tiempo que se acoge debe protegerse a la persona de todas aquellas causas que ocasionaron la inmigración: la pobreza, el hambre, la violencia,… Una vez que se han resuelto las condiciones básicas de vida, es necesaria la promoción de la persona. Permitirle acceder a los cauces de promoción personal y humana que rigen en la sociedad que acoge: de manera especial garantizar el derecho a la educación y a los recursos básicos.
El proceso termina con la integración de las personas en la sociedad en la que viven, aportando su propia experiencia vital, sus conocimientos, sus tradiciones. Se produce así un enriquecimiento cultural que se ha vivido en la historia a partir de cualquier movimiento migratorio.
Mohamed Ikissane llegó a Barcelona escondido en un camión. La parroquia de Santa Ana le ayudó a salir adelante y ahora es uno de sus 295 voluntarios. Fidel Molina, coordinador del programa Berakah, en Vitoria. Desde hace 15 años salen a las rotondas de la ciudad donde se está ejerciendo la prostitución. Hilda Vizarro es peruana. Llegó a Burgos hace 19 años y es, desde 2017, la delegada de Migraciones de esta diócesis.
Mohamed Ikissane
Tiene 25 años. Es un estudiante que vive en un piso compartido con otros jóvenes. Y es uno de los 295 voluntarios que acogen en la parroquia de San Ana, una iglesia abierta en el centro de Barcelona a migrantes, personas sin hogar, o con necesidades ocasionales. Pero vayamos a abril de 2018. Mohamed Ikissane llega a España, desde Marruecos, en los bajos de un camión. «La primera pregunta que te haces es dónde ¿Dónde puedo ir a comer? ¿Dónde voy a dormir?» Encontró la respuesta en la parroquia de Santa Ana, donde también ha encontrado su vocación, ser integrador social.
Cerca de 143.000 personas al año encuentran acogida, acompañamiento, formación y apoyo social en uno de los casi 140 centros que la Iglesia en España dedica a la atención a los migrantes.
“Vivo en un piso de Santa Ana. Les llaman lugares de oportunidad, porque te dan esa oportunidad de poder conseguir los objetivos con los que cada uno llegó”
Fidel Molina
Es difícil, pero es posible. Es difícil salir de un mundo que gira cada noche sobre una rotonda de las calles de Vitoria donde mujeres, la mayoría nigerianas, ejercen la prostitución. Pero es posible si el coche que para trae un caldo caliente, un café; conversación. Si de ese coche se bajan los voluntarios del programa Berakah, la obra social de las parroquias del casco histórico de esta ciudad.
Fidel Molina es diácono permanente y coordina este programa que desde hace 15 años atiende realidades muy marginales. Entre esas realidades están las mujeres que ejercen la prostitución. Como en Vitoria, la Iglesia trabaja con unas 24.000 mujeres en los más de 120 centros destinados a combatir situaciones de especial dificultad y buscar su dignidad, integración, protección y promoción.
“Es difícil salir cuando uno vive en el mundo de la trata, pero para eso estamos, para hacerlo posible”
Hilda Vizarro
Hilda Vizarro es peruana y vino de viaje a Burgos hace 32 años, un viaje que le dio la oportunidad de conocer gente en la ciudad. Por eso, cuando en 2003 decidió regresar a España, esta vez para quedarse, aterrizó directamente en la capital burgalesa. “Aquellos conocidos” ahora son su familia. Y ella es, desde 2017, la delegada de migraciones de la diócesis.
Entre los distintos grupos que coordina está el que promueve que las parroquias sean un lugar de encuentro y de integración. Sabe, por experiencia, que muchas personas migrantes necesitan seguir viviendo aquí su fe. Sabe que “la fe nos une y rezar juntos, también”.
“Desde niña participaba de la vida de mi parroquia. Al llegar aquí, necesitaba llenar ese vacío y comencé a ir a la iglesia que estaba cerca de donde residía”