
En el tiempo de Navidad, la Iglesia celebra el misterio de la manifestación del Señor: su humilde nacimiento en Belén, anunciado a los pastores, primicia de Israel que acoge al Salvador; la manifestación a los Magos, «venidos de Oriente» (Mt 2, 1), primicia de los gentiles, que en Jesús recién nacido reconocen y adoran al Cristo Mesías; la teofanía en el río Jordán, donde Jesús fue proclamado por el Padre «hijo predilecto» (Mt 3, 17) y comienza públicamente su ministerio mesiánico; el signo realizado en Caná, con el que Jesús «manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él» (Jn 2, 11).
Durante el tiempo navideño, además de estas celebraciones, que muestran su sentido esencial, tienen lugar otras que están íntimamente relacionadas con el misterio de la manifestación del Señor: el martirio de los Santos Inocentes (28 de diciembre), cuya sangre fue derramada a causa del odio a Jesús y del rechazo de su reino por parte de Herodes; la memoria del Nombre de Jesús, el 3 de enero; la fiesta de la Sagrada Familia (domingo dentro de la Octava), en la que se celebra el santo núcleo familiar en el que «Jesús crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 52); la solemnidad del 1 de enero, memoria importante de la maternidad divina, virginal y salvífica de María; y, aunque fuera ya de los límites del tiempo navideño, la fiesta de la Presentación del Señor (2 de febrero), celebración del encuentro del Mesías con su pueblo, representado en Simeón y Ana, y ocasión de la profecía mesiánica de Simeón.
Del Directorio sobre la Piedad popular y la Liturgia (nn. 106-107)
Comentario de las lecturas del Tiempo de Navidad
> 25 de diciembre, Natividad del Señor, Misa de medianoche
En medio de la noche nació Cristo, la luz del mundo, la gracia de Dios para todos los hombres. Y esta primera venida en la humildad del pesebre es una llamada a vivir sobria, honrada y religiosamente, aguardando la dicha que esperamos: su segunda venida, «la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo» (2 lect.). El Hijo de Dios, al asumir la naturaleza humana, nos ha unido a la naturaleza divina de modo admirable (oración sobre las ofrendas). Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Que haya sitio para Él en nuestro corazón. Viviendo santamente, podremos llegar un día a la perfecta comunión con Cristo en la gloria (oración después de la comunión).
> 25 de diciembre, Natividad del Señor, Misa del día
El Verbo, el Hijo de Dios, se hizo carne y habitó entre nosotros (Ev.). Es el niño que ha nacido, compartiendo nuestra condición humana, para que podamos compartir su condición divina (cf. 1.ª orac). Es la victoria de nuestro Dios contra el pecado y la muerte (cf. 1 lect. y salmo). Dios no ha hablado por medio de su Hijo (2 lect.). A partir de ahora será esa Palabra de Dios la que tendremos que recibir y escuchar llenos de fe y así podremos ser en verdad hijos de Dios. En la eucaristía el Salvador sigue comunicándonos su vida divina y abriéndonos el camino para participar un día de su inmortalidad (oración después de la comunión).
> 31 de diciembre, Sagrada Familia
La familia, basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, es núcleo fundamental de la sociedad y de la Iglesia. Por eso, el Hijo de Dios quiso nacer y crecer en el seno de una familia con María y José (cf. Ev.). Una familia que se distinguía por su fe y su amor a Dios y por sus virtudes domésticas, que nosotros queremos imitar para gozar un día de los premios eternos en el hogar del cielo (1.ª orac). Así, la familia cristiana debe estar basada en el amor y el respeto mutuo entre los esposos y de ambos hacia los hijos, que deben honrar a sus padres. «Iglesia doméstica», donde se transmite y vive la fe.
> 1 de enero, Santa María, Madre de Dios
Para afirmar que la Virgen María es Madre de Dios, partimos de la fe de que el que nació de ella es el Hijo, enviado por el Padre para que recibiéramos el ser hijos por adopción (cf. 2 lect.). Jesucristo es Dios y Hombre verdadero. En su persona están unidas la naturaleza divina y la naturaleza humana. Por otra parte, el Ev. nos presenta la circuncisión del Niño Jesús, a los ocho días de nacer. Un rito por el que los niños varones entraban a formar parte del pueblo de Israel y en el que Cristo derramó su primera sangre por nuestra salvación. La 1 lect. nos presenta la fórmula de bendición a los israelitas, muy adecuada para el comienzo del año.
> 6 de enero, Epifanía del Señor
En este día celebramos la manifestación de Jesucristo como Salvador de todo el mundo y no solo del pueblo judío. Esto ya fue profetizado en el Antiguo Testamento: «Se postrarán ante ti todos los reyes de la tierra» (cf. 1 lect. y salmo responsorial). Y se cumplió con la venida de los Magos de Oriente, que adoraron al niño en brazos de María, su madre. Así, «ahora se ha revelado que también los gentiles son coherederos» (2 lect.). Cristo es luz de las gentes y, a través de la Iglesia, sigue iluminando a todos los hombres con su claridad, mediante el don de la fe que debemos seguir extendiendo, evangelizando por todo el mundo.
> 7 de enero, Bautismo del Señor
Con esta fiesta termina el ciclo litúrgico de Navidad-Epifanía. Hoy, en su bautismo, Jesús es revelado por el Padre como el «Hijo amado, mi preferido» (Ev.). Y es ungido por el Espíritu Santo, manifestado en forma de paloma, para ser reconocido como Mesías, enviado a anunciar la salvación a los pobres (cf. Pf.). Y así, pasado el tiempo del bautismo de Juan, nosotros hemos sido bautizados por Cristo con el Espíritu Santo por el que somos hijos de Dios. Pidamos al Padre que «escuchemos con fe la palabra de su Hijo para que podamos llamarnos, y ser en verdad, hijos suyos» (oración después de la comunión).
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Calendario Litúrgico 2017-2018, Conferencia Episcopal Española, Navidad 2017-2018