
La Penitenciaría Apostólica de la Santa Sede ha hecho público un decreto por el que se concede Indulgencia plenaria a los enfermos de Covid-19 (Coronavirus), a los sanitarios, a los familiares y a todos aquellos que los cuidan o rezan por ellos. El texto se ha hecho público el 20 de marzo de 2020 y tiene firma del Cardenal Mayor Penitenciario, Mauro Piacenza, y el Regente, Monseñor Krzysztof Nykiel.
Con la concesión de las Indulgencias –explica el Decreto- se pretende que los que se están sufriendo a causa del Covid-19 puedan redescubrir «el mismo sufrimiento redentor de Cristo» (ibíd., 30) y “vivirla con espíritu de conversión personal”.
Disposiciones
El decreto establece que los enfermos, los que están en cuarentena, los sanitarios, los familiares y los que, exponiéndose al riesgo de contagio, cuidan de los enfermos de Coronavirus obtendrán la Indulgencia plenaria siguiendo a través de los medios de comunicación la Eucaristía, el Rosario o el Vía Crucis. También dispone que podrán rezar el Credo, el Padrenuestro o una oración a la Virgen María. Todo ello “con la voluntad de cumplir las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre), apenas les sea posible”.
Además pueden obtener Indulgencia plenaria los fieles que ofrezcan por el fin de la epidemia, el alivio de los enfermos y la salvación eterna de los fallecidos, la visita al Santísimo Sacramento, la Adoración Eucarística, la lectura de la Sagrada Escritura durante al menos media hora, el rezo del Rosario, el Vía Crucis, o el rezo de la corona de la Divina Misericordia.
Para los enfermos que estén en peligro de muerte y no puedan recibir el sacramento de la unción de los enfermos y el viático se suplen las tres condiciones habituales requeridas y se concede Indulgencia, recomendando el uso del crucifijo o de la cruz (cf. Enchiridion indulgentiarum, n.12).
La Iglesia con los enfermos
Este Decreto se hace público en “el momento actual que atraviesa la humanidad entera, amenazada por una enfermedad invisible e insidiosa, que desde hace tiempo ha entrado con prepotencia a formar parte de la vida de todos, está jalonado día tras día por angustiosos temores, nuevas incertidumbres y, sobre todo, por un sufrimiento físico y moral generalizado”.
Recuerda el Decreto que la Iglesia, “siguiendo el ejemplo de su Divino Maestro, siempre se ha preocupado de cuidar a los enfermos. Como indicaba San Juan Pablo II, el valor del sufrimiento humano es doble: < Sobrenatural y a la vez humano. Es sobrenatural, porque se arraiga en el misterio divino de la redención del mundo, y es también profundamente humano, porque en él el hombre se encuentra a sí mismo, su propia humanidad, su propia dignidad y su propia misión>.» (Carta Apostólica Salvifici Doloris, 31)”.
También el papa Francisco, señala, ha manifestado en estos últimos días, “su cercanía paternal y ha renovado su invitación a rezar incesantemente por los enfermos de Coronavirus”.