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CONTENIDO
SESIÓN 1: Amar como Cristo ama
1. Acogida (5 min.)
2.Iluminados por la Palabra de Dios (10 min.)
3.Dinámica inicial (10 min.)
4.Exposición del tema (20 min.)
4.1. Vocación al amor
4.2. Amor conyugal
5.Experiencia vital (30 min.)
6.El acompañamiento entre sesiones
SESIÓN 2: El matrimonio cristiano
1.Acogida (5 min.)
2.Iluminados por la Palabra de Dios (10 min.)
3.Dinámica inicial (5 min.)
4.Exposición del tema (30 min.)
4.1. El matrimonio es un sacramento
4.2. ¿Qué es necesario para casarse?
4.3. Promesas del Matrimonio
a) Fidelidad
b) Amor
c) Respeto
d) Bienes del matrimonio
5.Experiencia vital (35 min.)
6.El acompañamiento entre sesiones
SESIÓN 3: ¿En qué situación estamos?
1.Acogida (5 min.)
2.Iluminados por la palabra (10 min.)
3.Dinámica: Test de discernimiento del noviazgo (70 min.)
4.Exposición del tema
5.Experiencia vital (5 min.)
6. El acompañamiento entre sesiones
⇒ Anexo: Test de discernimiento del noviazgo
Durante este itinerario, hasta ahora, se han tratado temas que, aunque son muy importantes en la vida de un matrimonio, no son específicamente matrimoniales. En este tema y en el siguiente sí que vamos a hablar específicamente del matrimonio, de lo que supone y de cómo vivirlo.
Con este tema pretendemos que los novios conozcan realmente qué es el amor conyugal, cuál es su fuente y qué características tiene. También se pretende que conozcan los requisitos para contraer un matrimonio cristiano, que sepan a qué se comprometen s al casarse y qué bienes produce el matrimonio.
En la última sesión del tema les vamos a proponer realizar un test de discernimiento que les ayude a ver en qué situación se encuentra su noviazgo.
SESIÓN 1: Amar como Cristo ama
1. Acogida (5 min.)
Nos remitimos a las indicaciones ofrecidas en la Introducción del itinerario.
2. Iluminados por la Palabra de Dios (10 min.)
Iniciamos esta sesión en un clima de oración, dejándonos iluminar por la Palabra de Dios.
La meta de la vida del cristiano, también de un matrimonio cristiano es la santidad. San Pablo, en este texto que hemos escogido, de la carta a los colosenses nos insta a dejar la ropa del hombre viejo y a ponernos a la última moda del seguidor de Cristo. Nuestro vestido no puede ser otro sino la compasión, la bondad, la humildad, la mansedumbre, la paciencia, el perdón y de un modo especial: el amor.
Os invitamos a reflexionar:
→ ¿Nos sentimos en nuestra vida de pareja: “elegidos de Dios, santos y amados»?
→ ¿Cuál de las características que nombra san Pablo nos cuesta más poner en práctica?
→ ¿En qué medida hemos descubierto que la vocación al matrimonio se fundamenta por encima de todo en el amor?
3. Dinámica inicial (10 min.)
Se entregará a cada pareja el texto siguiente, extraído de la Familiaris consortio (n. 11), y, después de leerlo en voz alta, se dejará un par de minutos para que entre todos surja una lluvia de ideas sobre lo que les sugiere. Cada uno dirá tres palabras. El monitor las irá apuntando. Se pretende que esto sirva a los monitores para introducir la exposición y apoyarse, durante la explicación del tema, en las ideas que el texto sugiere a los novios.
Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza: llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor.
Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano.
La sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer se dan uno a otro con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano, solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte. La donación física total sería un engaño si no fuese signo y fruto de una donación en la que está presente toda la persona, incluso en su dimensión temporal; si la persona se reservase algo o la posibilidad de decidir de otra manera en orden al futuro, ya no se donaría totalmente.
El único «lugar» que hace posible esta donación total es el matrimonio, es decir, el pacto de amor conyugal o elección consciente y libre, con la que el hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima de vida y amor, querida por Dios mismo, que solo bajo esta luz manifiesta su verdadero significado (FC 11).
4. Exposición del tema (20 min.)
Vosotros estáis viviendo el noviazgo, un proceso en el que habéis descubierto el amor al otro, en el que os vais conociendo y vuestro amor se va fortaleciendo. Este noviazgo es un camino que tiene un final, no se puede mantener indefinidamente, ya que es un camino de discernimiento para conocer si el otro es la persona a la que tenemos que entregar nuestra vida y debe acabar en el matrimonio o debemos romper el noviazgo. El día de la boda empezará una realidad nueva, un nuevo camino que os llevará a la eternidad. El deseo más profundo del corazón enamorado es un amor para siempre.
4.1. Vocación al amor
La clave del matrimonio es el amor. Ese amor que siento por el otro tiene su origen en Dios. Dios, que es amor, crea al hombre por amor. Cada uno de nosotros somos amados por Dios. Dios nos crea como seres libres, inteligentes y pone en nuestro corazón la necesidad de responder a ese amor por el que hemos sido creados. El amor es, por tanto, la vocación innata y fundamental de todo ser humano, es la respuesta que debemos dar al amor que Dios nos tiene. Es una vocación radical en la cual la persona se descubre en cuanto tal. Es una vocación que se descubre en la medida que el hombre la realiza con sus actos. Esta vocación al amor nos llama a buscar la relación con otras personas, nos lleva a realizar una comunión de personas.
Esta vocación original está en relación con el plan de Dios en la Creación, que el hombre debe saber descubrir e interpretar en su propia vida.
El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo como un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente (RH 10).
El amor humano se manifiesta siempre como una respuesta a un Amor primero. La verdad del amor procede de Otro que es la Verdad misma y que por medio de un acto de amor nos quiere comunicar la verdad del amor que procede de Dios, es decir, la verdad del amor no depende de lo que yo creo o de lo que yo siento; no cualquier amor que viva el hombre es un amor verdadero.
El amor del hombre nace de un amor incondicionado, de un amor que no pone condiciones para su permanencia; es la misericordia de Dios la que permanece para siempre y eso hace posible que nosotros amemos para siempre.
Es un amor irrevocable por la fidelidad del amante: “Si nosotros somos infieles, Él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo” (2 Tim 2,13).
Estas dos características del amor (incondicionado e irrevocable), que el hombre experimenta de modo más directo en el amor que le ofrecen sus padres, va a ser el fundamento de cualquier otro amor que en su historia se revela al hombre.
De estas dos características nace la necesidad que el hombre tiene de responder de una determinada manera para poder ser él mismo.
4.2. Amor conyugal
La vocación originaria al amor que tiene todo hombre se concreta en distintas formas: vocación al sacerdocio o a la vida consagrada y al matrimonio. En nuestro caso la vocación a la que Dios nos llama es al matrimonio. Y en el matrimonio se vive una forma especial de amor: el amor conyugal. Este amor se basa en un acto libre de donación de sí, en el que yo me entrego completamente al otro. Esta donación se comprende como una promesa de una comunión perfecta. Es una donación en totalidad, ya que se comparte la vida, toda la vida, la vida como totalidad de sentido.
Es decir, esta forma de amar supone compartir todo lo que somos, nuestras ideas, nuestros sentimientos, nuestra fe, nuestros proyectos, nuestros amigos, nuestras familias, nuestras aficiones, nuestro dinero, nuestros problemas. Supone estar dispuestos a afrontar juntos todo lo que nos traiga la vida, afrontar todos los cambios que cada uno suframos. Supone tener un proyecto de vida para nosotros dos, en el que todas las decisiones que tomamos, en el trabajo, en el tiempo libre, en todos los ámbitos de nuestra vida las tomamos en común y siempre pensando en el bien mayor que es nuestro matrimonio.
Dos cristianos que se casan han reconocido en su historia de amor la llamada del Señor, la vocación a formar de dos, hombre y mujer, una sola carne, una sola vida. Y el Sacramento del matrimonio envuelve este amor con la gracia de Dios, lo enraíza en Dios mismo. Con este don, con la certeza de esta llamada, se puede partir seguros, no se tiene miedo de nada, se puede afrontar todo, ¡juntos! (CV 260).
Esta donación incluye también la corporalidad y una intimidad que tiene un valor físico y afectivo. Un amor que responda adecuadamente a lo que es la exigencia de una vocación requiere la entrega del corazón. Y esta donación es exclusiva, se entrega solo a una persona. Pero no basta con entregarse, la entrega debe ser recibida, es decir el amor conyugal es un amor recíproco. Si no es recibida en su totalidad y corporalidad, esta entrega, aun siendo verdadera, no es perfecta y no puede denominarse todavía vocación.
El amor conyugal al ser una donación en totalidad incluye también la entrega del cuerpo en la relación sexual.
El matrimonio tiene que fijarse en el amor esponsal de Cristo por su Esposa, para poder descubrir la plenitud de su amor.
El don de Dios se hace realidad en el donarse del hombre. Tal don se dirige en el caso del amor conyugal a fundar un lugar donde se viva la comunión de personas, a fundar un hogar.
— Sugerencia. Tras esta exposición, que es muy teórica, es importante que los novios reciban un testimonio de cómo se vive esta vocación al amor en el matrimonio. Si el monitor o los monitores están casados, este es un buen momento para que den testimonio de su vida. Si no es así, se puede invitar a un matrimonio a que dé su testimonio.
5. Experiencia vital (30 min.)
Animar a los novios a que cuenten cómo entienden ellos qué es el matrimonio, sobre todo si lo ven como una vocación y como una entrega mutua. Intentar que den razones de su posición. Se puede abrir la puesta en común con preguntas sugerentes
» ¿Entendéis que el amor que sentís y experimentáis es un amor que viene de Dios?
» ¿Qué cosas concretas podéis hacer ahora como preparación para vivir esa vocación?
Utilizar las palabras que salieron en la dinámica inicial para dirigir la puesta en común y provocar las intervenciones de los novios.
El tiempo recomendado para la puesta en común es orientativo. El monitor puede decidir terminar antes si hay poca participación y lo considera adecuado o, por el contrario, prolongarla un poco si la reunión está animada.
6. El acompañamiento entre sesiones
⇒ Escribid una carta al otro, recordando los primeros momentos del noviazgo, cómo os conocisteis, qué visteis en el otro que os atrajo… Intentad recordar los momentos en los que descubristeis que esa persona era diferente a las demás y os gustaría que esa relación fuera para toda la vida.
⇒ Quedad en un lugar tranquilo e intercambiad las cartas.
⇒ Al final, tened, al menos, un rato de oración en pareja.
SESIÓN 2: El matrimonio cristiano
1. Acogida (5 min.)
Nos remitimos a las indicaciones ofrecidas en la Introducción del itinerario.
2. Iluminados por la Palabra de Dios (10 min.)
Iniciamos esta sesión en un clima de oración, dejándonos iluminar por la Palabra de Dios.
En este pasaje del evangelio de san Mateo Jesús recrimina la dureza de corazón de sus antepasados, en tiempos de Moisés, y de los fariseos del momento actual. Por esa causa se tuvo que permitir la ley del divorcio, pero ese no es el plan de Dios, previsto desde la creación. Dios ha pensado, desde el inicio, en la unión entre varón y mujer; una unión que, al estar sellada por el mismo Dios, no la puede romper el hombre. Esto es el matrimonio, un sacramento, un misterio, para el que el que tenemos que pedir a Dios el don de saber entenderlo y apreciarlo.
Os invitamos a reflexionar:
→ ¿En qué medida somos conscientes de que el amor matrimonial es un don de Dios?
→ “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. ¿Cuál es tu opinión sobre el divorcio?
3. Dinámica inicial (5 min.)
EL COFRE. Se repartirá a cada persona una fotocopia en la que haya un cofre dibujado. Se les explicará que cada uno por separado y, mientras se les está exponiendo el tema, vaya apuntando en la hoja las cosas que cree más importantes o necesarias para su futuro matrimonio y que guardaría en “su cofre”. Al terminar la exposición, cada pareja pondrá en común sus cofres y verá qué cosas son importantes para cada uno de ellos. Comentar con el otro porqué son importantes.
4. Exposición del tema (30 min.)
Hoy vamos a hablar sobre qué es el matrimonio cristiano, a qué nos compromete y qué bienes produce en nosotros.
4.1. El matrimonio es un sacramento
El matrimonio cristiano es uno de los sacramentos que dan en la vida de la Iglesia. Un sacramento es un signo sensible y eficaz mediante el cual Dios se manifiesta en el mundo y nos da su Gracia. Es un don para la santificación y la salvación de los esposos porque su recíproca pertenencia es representación real de la misma relación de Cristo con la Iglesia (AL 72).
El matrimonio, a través de nuestro amor y de nuestra entrega mutua, es para los demás un signo de la presencia de Dios en el mundo, que ven en nosotros un reflejo del amor de Dios. Los esposos, “en virtud del sacramento, son investidos de una auténtica misión, para que puedan hacer visible, a partir de las cosas sencillas, ordinarias, el amor con el que Cristo ama a su Iglesia, que sigue entregando la vida por ella” (AL 121). Y, sobre todo, es un signo del amor de Dios para los propios esposos. Yo, como marido, estoy llamado a hacer presente el amor de Dios a mi mujer, con mi entrega y amor hacia ella. Yo, como esposa, estoy llamada a hacer presente el amor de Dios a mi marido, con mi entrega y amor hacia él.
Al casarnos por la Iglesia, la promesa que haremos a nuestro novio, también se la haremos a Dios; los compromisos que adquiramos con el otro también los estamos adquiriendo ante Dios. En nuestra boda no pondremos a Dios como testigo de nuestro amor, sino que lo haremos “cómplice”. Él se implicará plenamente en nuestro matrimonio y se comprometerá con nosotros. Eso quiere decir que Él, durante toda nuestra vida nos va a ayudar a vivir plenamente nuestro matrimonio. Dios está dispuesto a darnos las “fuerzas” que necesitaremos para vivir nuestro matrimonio. De Cristo, mediante la Iglesia, el matrimonio y la familia reciben la gracia necesaria para testimoniar el Evangelio del amor de Dios (AL 71).
4.2. ¿Qué es necesario para casarse?
Para casarse parece que son necesarias muchas cosas: un vestido, una iglesia bonita, flores, fotógrafo, tener independencia económica, trabajo… Estas cosas pueden ser más o menos necesarias, pero hay tres que son imprescindibles. No son algo físico, sino disposiciones interiores sobre las que os van a preguntar el día de vuestra boda.
Lo primero que nos preguntaron el día de nuestra boda y os preguntarán a vosotros es:
¿Venís a contraer matrimonio sin ser coaccionados libre y voluntariamente?
Esta pregunta es clave ya que solamente alguien libre es capaz de entregar la vida a otro, de comprometerse para siempre. Si al matrimonio vamos obligados, coaccionados por cualquier motivo: social, económico, por nuestra familia, por la presión del otro, por dependencia psicológica, por lo que sea…, no vamos a poder entregarnos de verdad y nuestro matrimonio no será válido.
¿Estáis decididos a amaros y respetaros mutuamente, siguiendo el modo de vida propio del matrimonio, durante toda la vida?
Fijaos que no se os pregunta por lo mucho que os queréis, sino si tenéis la voluntad de seguir amándoos durante toda la vida y además amaros de un modo especial: el modo de vida propio del matrimonio, el amor conyugal, del que hablábamos en la sesión anterior.
¿Estáis dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?
Un matrimonio está llamado, por la naturaleza misma del amor, a ser fecundo, a dar vida. Y la forma primera y más evidente, aunque no la única, son los hijos, la disposición a aceptarlos como don de Dios en nuestra vida. Y, además, puesto que al casarnos por la Iglesia introducimos a Dios en nuestra vida y en nuestro matrimonio, estamos llamados a educar a nuestros hijos en la fe y acercarlos a la Iglesia.
4.3. Promesas del Matrimonio
Tras estas preguntas en las que hemos mostrado nuestra capacidad y disposición para casarnos, viene el momento del consentimiento que es cuando realmente nos comprometemos con el otro, cuando entregamos al otro nuestra vida y nuestro ser:
Yo te recibo a ti como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.
Hay tres promesas que hacemos al otro: la fidelidad, el amor y el respeto.
A la fidelidad le hemos dedicado todo un tema por la importancia que tiene y no vamos a repetirlo. Pero sí hay que recordar que ser fiel es mucho más que no acostarse con otros, que implica todas las facetas de mi vida y todas las circunstancias (prosperidad, adversidad, salud, momentos de alejamiento del otro, de enfriamiento de nuestra relación, incluso traiciones e infidelidades del otro; nos comprometemos a ser fieles en cualquier circunstancia). Queremos recordaros que la palabra fiel significa amor, alianza, confianza, amigo, y en nuestro matrimonio nuestro cónyuge deber ser la persona con quien compartimos todo, al que no ocultamos nada y todo lo suyo nos importa. Es muy importante ser fiel en los pequeños detalles, en las cosas cotidianas de nuestra vida, eso nos va a ayudar a ser fieles en las cosas grandes. Generalmente, antes de un adulterio hay una larga cadena de pequeñas infidelidades: ocultamos al otro cómo nos sentimos, cómo estamos; contamos a otros sentimientos, sucesos…, que pertenecen a la intimidad de nuestro matrimonio; pequeñas mentiras a nuestro cónyuge. Todo esto “debilita nuestras defensas” y hace posible que seamos capaces de traicionar al otro.
Prometemos amarnos todos los días de nuestra vida, es decir, a querer el bien del otro y a buscarlo continuamente. Es amarle con ese amor conyugal que hemos visto en la sesión anterior. Es decir, es amarle buscando siempre su bien, entregando toda mi vida. Este amor requiere compartir todo lo que somos, nuestras ideas, nuestros sentimientos, nuestra fe, nuestros proyectos, nuestros amigos, nuestras familias, nuestras aficiones, nuestro dinero, nuestros problemas… Supone estar dispuestos a afrontar juntos todo lo que nos traiga la vida, afrontar todos los cambios que cada uno sufra. Supone tener un proyecto de vida para nosotros dos, en el que todas las decisiones que tomamos – en el trabajo, en el tiempo libre, en todos los ámbitos de nuestra vida -, las tomamos en común y siempre pensando en el bien mayor que es nuestro matrimonio.
No podemos prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, sí podemos tener un proyecto común estable, comprometernos a amarnos y a vivir unidos hasta que la muerte nos separe, y a vivir siempre una rica intimidad. El amor que nos prometemos supera toda emoción, sentimiento o estado de ánimo, aunque pueda incluirlos. Es un querer más hondo, con una decisión del corazón que involucra toda la existencia (AL 163).
Y prometemos respetarle. Puede parecer que el respeto está incluido en el amor, pero hay matices que no podemos olvidar. Respetar al otro no es solo tratarle con educación y cortesía; significa aceptarle plenamente como es, en su dignidad como persona única y amada por Dios. Tenemos que respetar su forma de ser, sus manías, su historia. Tenemos que respetar sus tiempos, sin prisas ni impaciencias. No podemos forzar al otro a que sea como nosotros pensamos que debe ser.
Pero esta fidelidad, amor y respeto que yo prometeré es lo que también me prometerá, es decir, que establecemos un compromiso mutuo que nos va a ayudar a crecer en nuestro amor.
El vivir el amor conyugal en totalidad es una fuente de felicidad y de plenitud para los esposos. La entrega mutua nos lleva a ser fieles y a amar al otro para siempre, este amor que vivimos nos hace salir de nosotros mismos y nos permite dar vida, nos ayuda a crecer y a ser felices. A todo esto, la Iglesia los llama bienes porque son algo bueno para los esposos, nos ayudan a vivir la vocación matrimonial, nos ayudan a ser felices.
- Fidelidad e Indisolubilidad. Estos bienes del matrimonio están muy relacionados con las promesas que nos hacemos y que, al vivirlas, nos permiten crear una comunidad de vida y amor en la que, la fidelidad y la indisolubilidad no son una carga, sino dos de los principales bienes del matrimonio que nos ayudan a vivir la plenitud de nuestro amor. Que el matrimonio sea indisoluble me remite a la tarea de que tengo toda la vida por delante para alcanzar la comunión, para alcanzar la plenitud en mi matrimonio. Tengo el tiempo por delante para, con ayuda de la gracia, superar mis defectos, mi pecado (y los del otro). Y si yo amo a alguien, no puedo por menos que querer que nuestro amor dure para siempre. Que el matrimonio sea indisoluble quiere decir que Dios se toma en serio nuestro amor.
- Fecundidad. La forma más evidente en que se manifiesta la fecundidad son los hijos. El matrimonio al procrear colabora con Dios Creador (cfr. GS 50) cumpliendo su mandato: “Creced y multiplicaos” (Gén 1,27). Transmitir la vida es una consecuencia del amor y de la complementariedad sexual. El bien de los hijos compromete a los padres y los hace seguir creciendo en el amor. Al mismo tiempo, con la satisfacción y el gozo de los hijos, llega el compromiso de su educación y de la trasmisión de la fe. Pero no podemos olvidar que los hijos son un don de Dios, no un derecho de los padres y que, si bien todos los matrimonios están llamados a ser fecundos, no todos van a ser fértiles, no todos van a tener hijos. Como matrimonio también estamos llamados a vivir la fecundidad en otros aspectos: en nuestra relación con los demás, en el cuidado de los necesitados, participando en la vida de la Iglesia.
- Bien de los cónyuges. Otro bien del matrimonio es el bien de los cónyuges que, viviendo las promesas del matrimonio y entregándose completamente el uno al otro, van creando una comunión entre ellos cada vez más perfecta, que los lleva a la santidad y, a pesar de los problemas y dificultades, ser felices y vivir una vida plena.
5. Experiencia vital (35 min.)
Tras la exposición se deja un tiempo (15 min.) para que terminen de “rellenar el cofre”, intercambien las fotocopias y cada pareja comente lo que ha escrito. Después se invita a quien quiera a ponerlo en común en el gran grupo (20 min.).
El tiempo recomendado para la puesta en común es orientativo. El monitor puede decidir terminar antes si hay poca participación y lo considera adecuado o, por el contrario, prolongarla un poco si la reunión está animada.
6. El acompañamiento entre sesiones
A lo largo de las dos semanas entre las sesiones, demostrad al otro que le quiere a través de tres cosas sencillas, por ejemplo: envía un WhatsApp inesperado; escríbele unas cuantas notas diciéndole porqué lo quieres; haz un collage con sus mejores fotos; llévalo a un lugar que tengáis especial para los dos…
Tened, al menos, un rato de oración en pareja.
SESIÓN 3: ¿En qué situación estamos?
Esta es una sesión distinta a las otras, en la que se va a proponer a los novios que realicen un test de discernimiento del noviazgo que les va a ocupar la mayor parte del tiempo. Este test tiene como finalidad ayudarles a discernir en qué situación se encuentra su noviazgo y qué decisiones de futuro deben tomar. Es importante disponer de un espacio amplio para que cada uno pueda leer y responder el test con la intimidad suficiente. Habrá que procurar que los miembros de la pareja no estén juntos contestando las preguntas. Y sería bueno que después de contestarlo tuvieran un tiemplo amplio para pensar y para rezar. Habría que intentar que este día puedan estar en una capilla con sagrario, en la iglesia… para que puedan ponerse ante Dios. El test se encuentra en el anexo del tema.
1. Acogida (5 min.)
Nos remitimos a las indicaciones ofrecidas en la Introducción del itinerario.
2. Iluminados por la palabra (10 min.)
Iniciamos esta sesión, escuchando un texto del profeta del amor del Antiguo Testamento: Oseas.
Este bello pasaje del capítulo segundo del profeta Oseas describe de un modo metafórico el amor que Dios manifiesta al pueblo de Israel, a pesar de sus múltiples infidelidades pasadas. Dios desea volver a seducir al pueblo y para eso lo quiere llevar al desierto y hablarle al corazón. De algún modo, lo que Dios pretende es renovar el amor primero, de la juventud, para afrontar el futuro con un amor más fuerte y duradero. Casi al final de este Itinerario vais a ser invitados a vivir una experiencia de desierto, de discernimiento, en la que ante Dios y vuestra pareja os preguntéis sobre vuestro futuro.
Os invitamos a reflexionar:
⇒ Recuerda ante el Señor tu amor primero por tu pareja, cuándo y cómo la conociste… y da gracias al Señor por ello.
⇒ Pídele al Señor que se haga su voluntad en la relación con tu pareja.
⇒ Puedes compartir en clima de oración tus recuerdos y los sentimientos que surgen en lo más profundo de tu corazón.
3. Dinámica: Test de discernimiento del noviazgo (70 min.)
Esta va a ser una sesión distinta a las que tenemos habitualmente. Ya estamos casi al final de este itinerario que estáis realizando juntos y es momento de recapitular el camino recorrido. Si os acordáis al principio, en el segundo tema os propusimos realizar un test de discernimiento del noviazgo que pretendía que os ayudara a conocer en qué situación estaba vuestro noviazgo. Hoy os vamos a proponer repetirlo. Han pasado muchos meses (¿un año, dos años?) desde que comenzamos. En este tiempo habéis ido profundizando en vuestra relación y es el momento de ver en qué situación está ahora vuestro noviazgo. Debéis tener presente que el noviazgo que estáis viviendo y el itinerario que estáis siguiendo no puede perpetuarse en el tiempo, sino que tiene una finalidad: discernir vuestra vocación al matrimonio (cfr. AL 72).
Para ayudaros en esto, os proponemos responder al test, con el que repasaréis distintos aspectos de vuestra relación y así veáis las debilidades y fortalezas de vuestra relación y os ayude a descubrir si hay aspectos de vuestra vida futura que no tenéis claros o sobre los que debéis trabajar y hablar más. A lo mejor algunas preguntas os parecen muy íntimas o un poco fuertes, pero este test es para vosotros, no lo tenéis que compartir con nadie y, además, solo a través de un conocimiento real y sincero de vosotros mismos, del otro y de los problemas de vuestra relación, podréis discernir adecuadamente.
— Sugerencia. Pero antes queremos proponeros volver a ver un vídeo que muestra cómo saber cuándo uno está preparado para casarse: “No te cases”.
El test lo vais a realizar de manera individual. Por favor, tomaros vuestro tiempo en leer las preguntas y en responderlas por escrito. El test está pensado para que la mayoría de las preguntas se puedan responder con un sí o un no, pero sería bueno que también lo completarais con alguna reflexión o comentario que es os venga a la cabeza. Cuando hayáis terminado de contestar, volved a leer todo lo que habéis escrito. Os recomendamos que después de haberlo leído, sin hablar con nadie, sin comentar las respuestas con vuestra pareja, os acerquéis un rato al Sagrario, para rezar un rato y poner vuestras repuestas ante Dios.
Después (a las… horas), volvemos a esta sala a reunirnos todos juntos.
4. Exposición del tema
Esta sesión está dirigida, exclusivamente, a que los novios realicen el test de discernimiento del noviazgo, que va a ocupar la mayor parte del tiempo de la sesión. Por lo tanto, en esta sesión no hay ningún contenido teórico que transmitir a los novios.
5. Experiencia vital (5 min.)
En esta sesión creemos que lo mejor es no tener una puesta en común, ya que lo han que han revisado con el test son temas personales y lo importante es que hable cada pareja; por lo tanto, lo único que habrá que hacer es despedirles y emplazarles a la siguiente reunión o actividad que tenga el grupo.
Hoy, decíamos que es una reunión especial y por eso no vamos a tener una puesta en común. Solo queremos animaros a que con la ayuda del test reflexionéis sobre la situación en la que se encuentra vuestra relación. Que veáis si realmente os conocéis bien, que seáis conscientes de qué dificultades hay en vuestra relación, sea por la forma de ser de cada uno, por vuestras familias de origen, por diferencias sociales, culturales… o las que sean. Y que veáis que cosas necesitáis mejorar o cambiar en vuestra relación. Y os animamos también a que habléis entre vosotros, con mucho cariño, pero también con mucha sinceridad sobre lo que este test os ha mostrado.
6. El acompañamiento entre sesiones
» Elegid cada uno tres preguntas del test y buscad un rato a solas (al menos una hora) y comentadlas entre vosotros.
» Tened, al menos, un rato de oración en pareja.
Anexo: Test de discernimiento del noviazgo
¿Estamos listos para casarnos?
- ¿Compartimos nuestros sentimientos de forma habitual?
- ¿Soy sincero con el otro? ¿Creo que el otro es sincero conmigo?
- ¿Qué hábitos o costumbres del otro me molestan?
- ¿Hay faltas de respeto entre nosotros? ¿Son frecuentes?
- ¿En alguna ocasión me da miedo el comportamiento del otro?
- ¿Espero que el otro cambie después de casarnos las conductas y costumbres que ahora me molestan?
- ¿Me molesta alguno de las aficiones del otro?
- ¿Estamos de acuerdo en tener cada uno actividades y tiempo independiente del otro?
- ¿Hay algún tema tabú entre nosotros?
- ¿Tengo alguna adicción (alcohol, drogas, pornografía, ludopatía…)? ¿Tiene mi pareja alguna adicción? ¿Esto crea problemas entre nosotros?
- ¿Me siento triste con frecuencia? ¿Creo que eso le pasa a mi pareja?
- ¿Siento que nos apoyamos el uno al otro en los momentos de dificultad o ante un problema emocional?
- ¿Somos muy diferentes en cuanto a nuestro origen social, cultural, nivel intelectual, económico? ¿Esto supone un problema en nuestra relación?
- ¿Valoro mucho el mantener la paz entre nosotros? ¿Esto hace que en ocasiones oculte mis opiniones?
- ¿Acepto plenamente a la familia del otro?
- ¿Estamos de acuerdo en que nuestro matrimonio estará por encima de las responsabilidades con nuestras familias de origen?
- ¿Me siento molesto con la actitud que tiene el otro con mi familia?
- ¿Mi familia acepta al otro como mi futuro cónyuge?
- ¿Me siento aceptado por la familia del otro?
- ¿Me siento presionado por nuestro entorno para que nos casemos?
- ¿Estamos de acuerdo en el tiempo que el otro está con sus amigos o eso supone un problema entre nosotros?
- ¿Nos sentimos a gusto con los amigos del otro?
- ¿Hemos hablado sobre qué importancia tiene el dinero para nosotros y cómo lo vamos a gestionar en nuestra futura familia? ¿Estamos de acuerdo?
- ¿Me preocupa el uso que hace el otro del dinero? ¿Es un caprichoso? ¿Es un manirroto? ¿Es un rácano? ¿Demasiado gorrón?
- ¿Estamos dispuestos, una vez casados, a compartir nuestros ahorros y nuestros sueldos con el otro?
- ¿Sé la importancia que tiene la fe en la vida del otro? ¿Somos muy diferentes en este aspecto? ¿Me siento respetado?
- ¿Me preocupa no poder continuar con mis prácticas religiosas después de la boda, para evitar conflictos entre nosotros?
- ¿Estamos de acuerdo en cómo vamos a vivir la fe? ¿Nos vamos a involucrar en la vida de la Iglesia, de la comunidad?
- ¿Hemos hablado de si queremos tener hijos y de cuantos nos gustaría tener? ¿Estamos de acuerdo?
- ¿Hemos hablado de cómo vamos a ejercer la paternidad responsable?
- Si es necesario espaciar el nacimiento de un hijo, ¿estamos de acuerdo en qué método vamos a utilizar?
- ¿Hemos hablado de que pasaría si no podemos tener hijos?
- ¿Estamos de acuerdo en cómo queremos educar a nuestros hijos?
- ¿Estamos de acuerdo en educar en la fe a nuestros hijos?
- ¿Somos conscientes de que a lo largo de los años habrá cambios en nuestra relación?
- ¿Estoy seguro de que no hay ninguna objeción, mía o de otros, a nuestro matrimonio?
- ¿Tengo miedo a que el otro me pueda hacer daño física o emocionalmente?
- ¿Creo que en nuestra vida sexual se va a manifestar el amor que Dios nos tiene?
- ¿Hemos hablado de sexualidad? ¿Conozco las preocupaciones e inquietudes del otro? ¿Él conoce las mías?
- ¿Me preocupa que experiencias sexuales previas puedan afectar negativamente a nuestro matrimonio?
- ¿Creo que cuando me case voy a sentir vergüenza de estar desnudo frente al otro? ¿Tengo miedo a ciertas expectativas que pueda tener mi pareja?
- ¿Estamos de acuerdo en cómo vamos a organizar nuestro hogar, en cómo vamos a repartir y compartir las tareas domésticas?
- ¿Estoy de acuerdo con la carrera profesional y las expectativas laborales del otro?
Este test tiene como objetivo que reflexionéis individualmente en qué situación está vuestra relación. Tiene tres posibles consecuencias:
- Que descubráis que estáis en condiciones de casaros.
- Que descubráis que necesitáis profundizar vuestra relación y conoceros mejor.
- Que descubráis que no estáis en condiciones para acceder al matrimonio.