

#HMTrabajo
Trabajar humaniza
Hay muchas formas de entender el trabajo. Posiblemente tantas como personas. Como castigo, como fortuna, como oportunidad, como necesidad. Cada persona lo vive según su propia experiencia. En los últimos años, el trabajo se ha unido más a la expresión “modo de ganarse la vida” que a la idea de “camino para la realización personal”. Y en realidad es ambas cosas: el trabajo es, durante muchos años, el modo de ganarse la vida; pero siempre es el camino para la realización personal, para el desarrollo de la propia humanidad.
Esos trabajos que te hacen crecer como persona comienzan muchas veces en el hogar y no están vinculados a un salario sino estrictamente al bien común. Son los trabajos de los niños y los jóvenes: ordenar la habitación, hacer la cama, bajar la basura, comprar el pan,… Con ellos se hacen conscientes de que forman parte de una familia en lo que todos sirven a todos según sus posibilidades y según sus capacidades. En esos trabajos se aprenden virtudes humanas que servirán para siempre mejorando la vida propia y la ajena: generosidad, entrega, laboriosidad, orden, puntualidad,…
Quien aprende eso en la familia, estará después mejor dotado para el trabajo en beneficio de la comunidad. En muchos pueblos, con cierta regularidad, se convoca a los vecinos algunos días para trabajar en pequeñas obras locales o servicios puntuales que mejoran la vida de todos. En este servicio, también sin salario, la comunidad queda mejorada por los esfuerzos colectivos de quienes forman parte de ella.
Al mismo tiempo, la persona que se involucra en ese beneficio común, también recibe su parte: sale de sí mismo, amplía sus horizontes, suma esfuerzos, comparte objetivos, alcanza metas que por sí solo nunca habría alcanzado. Es lo mismo que se produce en los trabajos de voluntariado, trabajos profesionales y valiosos que se entregan gratuitamente para el bien de todos y de uno mismo. En muchos lugares, estos trabajos voluntarios sostienen la acción imprescindible de la sociedad y de la misma Iglesia. La vida de caridad, por ejemplo, tiene su fundamento en el tiempo y las capacidades de muchas personas que se entregan como expresión visible e imprescindible de su vida cristiana.
Estos trabajos, los que sirven a los más cercanos como la familia o los que ayudan a la sociedad a la que se pertenece, no están vinculados ni a la edad ni al salario. Siempre son posibles y necesarios y descubren la verdad profunda del trabajo: que el trabajo humaniza, ayuda a construir la propia humanidad del que trabaja y de aquellos hacia los que orienta su trabajo. Da igual la edad, da igual el contenido, da igual el modo, el trabajo humaniza y por eso, desde el Génesis se afirma que el hombre está en el Paraíso para el trabajo propio del jardín del Edén, para cultivarlo y cuidarlo, para trabajarlo.
Durante una parte importante de la vida, el trabajo va unido a un salario que permite sacar adelante la propia vida, la familia y la sociedad. En ocasiones ese trabajo no satisface las propias expectativas pero siempre debe cumplir al menos dos objetivos: poder obtener los recursos necesarios para vivir y mejorar la sociedad en la que se realiza.
Elvira Larriba, directora del centro Stella Maris en Vigo, ha vivido el naufragio del pesquero gallego “Villa de Pitanxo” al lado de las familias de las víctimas. Raquel Galicia, trabajadora social del Centro de Promoción Social Francesc Palau, que desde hace 37 años forma a personas excluidas del resto de recursos formativos. María Prado es asturiana y trabaja en una estación de servicio convencida de que ser cristiana te hace trabajar de otra manera.

Elvira Larriba
La Iglesia lleva cien años embarcada con las gentes del mar. En el puerto de Vigo lleva el timón Elvira Larriba. En este momento tiene una prioridad en tierra firme, que las familias de los marineros del pesquero gallego “Villa de Pitanxo”, que naufragó la madrugada del 15 de febrero en Terranova (Canadá), se sientan acogidas y respaldadas por Stella Maris.
En 14 puertos de España están amarrados los centros Stella Maris, Apostolado del Mar. 9 capellanes, 3 diáconos y 114 colaboradores y voluntarios laicos esperan a las tripulaciones que atracan en los puertos. Su objetivo, ofrecer “un hogar lejos del hogar al marino que trabaja lejos de sus familias y sus comunidades. En un año, más de 5.400 barcos visitados y más de 6.200 marinos han visitado sus centros. En total, unos 40.000 marinos mercantes y pescadores se benefician de sus visitas y sus instalaciones.
“Queremos ser un hogar lejos de su hogar, un centro de acogida para todos ellos”
Raquel Galicia
Más de 140.000 personas al año consiguen ganarse el pan después de pasar por los centros que la Iglesia dedica a promover el trabajo, en torno a 400. En el Prat de Llobregat está el Centro de Promoción Social Francesc Palau, que forma parte de la Pastoral Social de las Carmelitas Misioneras.
Raquel Galicia, como trabajadora social, forma parte del equipo de este centro. Cuentan con el apoyo de 60 voluntarios que comparten su tiempo y sus conocimientos para dignificar la vida de las personas, para darles las herramientas que les hagan ser protagonistas de su proceso de superación, de su proceso de vida.
“Queremos dignificar la vida de las personas. Dignificarla a través del trabajo digno”
María Prado
¿Tú crees que ser cristiana te ayuda a trabajar de otra manera? Así, sin rodeos, se lanza la pregunta. Pue sí. También sin rodeos, devuelve María Prado la respuesta. Quienes la conocen saben que María representa en ese día a día “corriente, como el de los demás” a tantos cristianos a los que su fe les ayuda a trabajar de otra manera.
Con ese acento asturiano del que siente orgullosa relata que su día a día empieza ofreciendo todo lo que le va a pasar; lo bueno y lo malo. “Lo convierto todo en una oración”. Y ese es uno de los pilares fundamentales, puntualiza.
“No es nada instantáneo, momentáneo. Dejas poso.
Dejas ver a los demás que hay algo más en ti”




