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Hacer de la vida una entrega
El anuncio del Evangelio es un mandato del Señor que afecta a todos los cristianos. Todos los bautizados están llamados a difundir la fe que han recibido en la familia, en la catequesis, en la parroquia, en la celebración. La fe se conserva en el corazón, se alimenta en la oración, pero se comparte con la palabra, con el ejemplo, incluso con la propia vida.
Aunque todos somos llamados al anuncio, algunos son llamados a consagrar la vida entera a ese anuncio. Son llamados a cumplir con el «id por todo el mundo y anunciad el Evangelio» en toda su extensión. Así, son miles de hermanos nuestros los que lo han dejado todo para ganarlo todo. Han dejado su familia, su trabajo, su tierra para para ganar una familia y una tierra trabajando para el Señor.
Conscientes de que la mayor pobreza es no conocer a Jesucristo, los misioneros buscan liberar a las personas de todas las otras pobrezas: de la falta de educación, de la falta de salud, de la falta de medios de subsistencia para que, una vez, liberados puedan acoger libremente a Jesucristo. La evangelización culmina con la incorporación a la Iglesia, con la fe recibida que acaba encarnada en una nueva persona, en una nueva familia, en un nuevo territorio de misión.
La misión de la lglesia que afecta a todos se sostiene con la oración de miles de personas consagradas y de comunidades cristianas que rezan por los misioneros. También se sostiene en la ayuda económica que a través de diversas organizaciones se les hace llegar. Es otra forma de participar en la misión de la Iglesia y de hacer real el compromiso con el anuncio del Evangelio de todos los bautizados.
De esta manera, religiosas, religiosos, sacerdotes y laicos, también, cada vez más, familias enteras se arraigan en una tierra nueva para hacer presente El Señor y a su Iglesia. Lo hacen en primer lugar con el testimonio de su vida desde la escucha orante de lo que el pueblo concreto con el que viven necesita. Después con el trabajo al servicio de la comunidad, en lo material y en lo espiritual. Y siempre con el afán de que, en el tiempo, vayan surgiendo vocaciones nativas que implican ya la continuidad de la vida cristiana.
Nunca como hoy ha habido tantos seguidores de Jesucristo en esta tierra. El trabajo fecundo de aquellos primeros doce ha dado fruto en todo el mundo. Pero también, al mismo tiempo, hay que reconocer que nunca como hoy hay tanta gente en el mundo que no conoce al Señor. Esta convicción debe remover a todos los cristianos para asumir un compromiso misionero en la propia tierra, en el propio vecindario y hasta los confines del mundo.
Judith Merlo Rodríguez, de Nicaragua, es una madre separada con cuatro hijos. Gracias a un proyecto de Manos Unidas está preparándose para montar su propio negocio y mejorar sus condiciones de vida. María Piedrola es fundadora, junto a su amiga Patricia, de la Asociación «Los Ángeles de Kenia». Madre Antonia Estrada, misionera española en Kiev durante 25 años.

Judith Merlo
Judith Merlo se casó a los dieciséis años en una zona rural de Nicaragua. En la actualidad se encuentra separada, después de sufrir maltrato, y con cuatro hijos a su cargo. Lucha por tener una casa propia y un negocio en el que sus hijos puedan trabajar cuando vayan creciendo.
En esta lucha tiene de su lado a Manos Unidas, pues participa en uno de sus proyectos para el desarrollo que ayuda a mujeres jóvenes del entorno rural en situación de exclusión. Este curso le servirá para conseguir mejores oportunidades técnicas y así poder acceder a un empleo o la capacitación para desarrollar su propio negocio.
Como Judith, más de 6 millones de personas son beneficiarias indirectas de la acción de Manos Unidas que tiene en marcha más de 800 proyectos por todo el mundo.
“Con Manos Unidas vi que formarse era una buena opción, porque todo lo que vaya aprendiendo no solo me sirve mucho para mí sino también para mi familia”
María Piedrola
María Piedrola es profesora en un colegio de Madrid. Pero su vida cambió por completo hace unos años. Después de hacer varios voluntariados en África con la universidad, se quedó impactada por esa experiencia. Tanto es así, que después de recaudar muchísimo dinero entre familiares y amigos decidió montar su propia asociación de ayuda.
Lo hizo junto a su amiga Patricia, está basada en los valores cristianos que han recibido en su familia y recibe el nombre de ‘Los Ángeles de Kenia’.
“Hacemos esto porque es una forma de devolver a la sociedad todo lo que Dios nos ha dado”
Antonia Estrada
La madre Antonia comenzó su labor misionera desde jovencita. Estuvo 8 años en Venezuela, 25 en Zaire y los últimos 25 años, en Kiev. Esta dominica se volcaba en la capital ucraniana rescatando a los niños de la calle. Les enseñaban a leer y escribir, les educaban en valores, les transmitían la fe y mucho cariño. Pero la guerra se interpuso en su camino y, junto a sus compañeras de misión, se vieron obligadas a abandonar el país.
Una vez aquí, «hemos sido mediadores y logrado autobuses para que muchos de nuestros niños salgan de Ucrania con sus familias. Prácticamente todos han logrado salir y están a salvo«.
La Iglesia en España cuenta con más de 500 familias en misión y más 10.600 misioneros en 136 países del mundo.
“Hemos llegado a tener 200 niños, pero estalló la guerra y todo ha tenido que pararse. Tuvimos que huir dejándolo todo”




