
Adviento
Comentarios lecturas domingos y festivos
Comentarios lecturas domingos y festivos
CARACTERÍSTICAS PROPIAS DEL ADVIENTO EN LAS LECTURAS DEL EVANGELIO
Las lecturas del Evangelio tienen una característica propia: se refieren a la venida del Señor al final de los tiempos (primer domingo), a Juan Bautista (segundo y tercer domingo), a los acontecimientos que prepararon de cerca el nacimiento del Señor (cuarto domingo). Las lecturas del Antiguo Testamento son profecías sobre el Mesías y el tiempo mesiánico, tomadas principalmente del libro de Isaías. Las lecturas del Apóstol contienen exhortaciones y enseñanzas relativas a las diversas características de este tiempo.
El color de las vestiduras litúrgicas es el morado o violeta. El rosa puede emplearse el Domingo III «Gaudete» (cf. OGMR, 346d.f.). En las memorias de los santos, hasta el 16 de diciembre, puede usarse el color propio (blanco o rojo), pero a partir del 17 de diciembre, aunque se haga conmemoración de alguna memoria, debe usarse el color morado o violeta.
COMENTARIOS A LAS LECTURAS DE DOMINGOS Y FESTIVOS
En este tiempo se recuerda la primera venida del Hijo de Dios a los hombres y se espera, a la vez, su segunda venida al final de los tiempos (elog. del Martirologio Romano).
Domingo I de Adviento (28 de noviembre)
LECC.: vol. I (C).
- Jer 33, 14-16. Suscitaré a David un vástago legítimo.
- Sal 24. R. A ti, Señor, levanto mi alma.
- 1 Tes 3, 12 — 4, 2. Que el Señor afiance vuestros corazones, para cuando venga Cristo.
- Lc 21, 25-28. 34-36. Se acerca vuestra liberación.

Con el Adviento comenzamos el ciclo litúrgico de Navidad-Epifanía, en el que al mismo tiempo que hacemos memoria de la primera venida de Cristo nos lanzamos a esperar con alegría y esperanza su segunda venida al fin de los tiempos, como profesamos en el Credo: «Y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin». Se trata en este tiempo de Adviento de salir al encuentro de Cristo que sigue viniendo a nosotros en su Palabra, en la Eucaristía y en los hermanos. Precisamente practicando el amor mutuo y no dejándonos embotar la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero nos preparamos para su segunda venida, de la que no sabemos ni el día ni la hora (cf. 2 lect. y Ev.).
Domingo II de Adviento (5 de diciembre)
LECC.: vol. I (C).
- Bar 5, 1-9. Dios mostrará tu esplendor.
- Sal 125. R. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
- Flp 1, 4-6. 8-11. Que lleguéis al Día de Cristo limpios e irreprochables.
- Lc 3, 1-6. Toda carne verá la salvación de Dios.

Una de las figuras del Adviento, san Juan Bautista, precursor del Mesías, predica un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, cumpliendo la profecía de Isaías: «En el desierto preparad el camino del Señor, allanad sus senderos» (Ev.). El Adviento es, pues, un tiempo de conversión, durante el que nos preparamos interiormente para que cuando el Señor venga nos encuentre limpios e irreprochables (cf. 2 lect.). Es un tiempo de experimentar la misericordia de Dios, que nos hace volver a gozar de su esplendor, dejando atrás la oscuridad de nuestros pecados (cf. 1 lect.).
Y así podremos cantar: «El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres» (sal. resp.). Vigilemos para que los afanes de este mundo no nos impidan nuestro encuentro con Cristo (1.ª orac.).
Inmaculada Concepción de la BVM (8 de diciembre)
Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, que, realmente llena de gracia y bendita entre las mujeres en previsión del Nacimiento y de la Muerte salvífica del Hijo de Dios, desde el mismo primer instante de su Concepción fue preservada de toda culpa original, por singular privilegio de Dios. En este mismo día fue definida el año 1854 por el papa Pío IX como verdad dogmática recibida por antigua tradición (elog. del Martirologio Romano).
LECC.: vol. IV.
- Gén 3, 9-15. 20. Pongo hostilidad entre tu descendencia y la descendencia de la mujer.
- Sal 97. R. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
- Ef 1, 3-6. 11-12. Dios nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo.
- Lc 1, 26-38. Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

En este día celebramos llenos de gozo la victoria del Señor sobre Satanás y el pecado (cf. sal. resp.). Una victoria que se manifestó, antes que en nadie, en María, la Madre de Jesús, preservada de todo pecado desde el primer instante de su ser natural. (cf. 1.ª orac.). Así la preparó Dios para que fuera digna madre del Hijo hecho hombre (Pf.). En ella se cumple lo anunciado en el Génesis: «Esta te aplastará la cabeza, cuando tú la hieras en el talón» (1 lect.). En la Virgen Inmaculada se cumple plenamente el que nosotros hayamos sido elegidos en la persona de Cristo para que fuésemos santos e intachables en Él por el amor (cf. 2 lect.). Por todo ello, el ángel Gabriel la saludó como «la llena de gracia» (Ev.).
Domingo III de Adviento (12 de diciembre)
LECC.: vol. I (C).
- Sof 3, 14-18a. El Señor exulta y se alegra contigo.
- Salmo: Is 12, 2-6. R. Gritad jubilosos, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel.
- Flp 4, 4-7. El Señor está cerca.
- Lc 3, 10-18. Y nosotros, ¿qué debemos hacer?

La alegría ante la proximidad de la Navidad es la característica de este tercer domingo de Adviento. Así ya en la ant. de entrada cantamos: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito: alegraos. El Señor está cerca» (cf. también 2 lect.). Y en la oración colecta pedimos llegar a la Navidad y poder celebrarla con alegría desbordante. Se trata de una alegría interior, de modo que cuando llegue el Señor nos encuentre velando en oración y cantando su alabanza (Pf.). En el Ev., Juan el Bautista nos llama a la conversión, practicando la caridad y la justicia, para así prepararnos para la llegada del que «nos bautizará con Espíritu Santo y con fuego». La comunión eucarística nos prepara para las fiestas que se acercan purificándonos de todo pecado.
Domingo IV de Adviento (19 de diciembre)
LECC.: vol. I (C).
- Miq 5, 1-4a. De ti voy a sacar al gobernador de Israel.
- Sal 79. R. Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
- Heb 10, 5-10. He aquí que vengo para hacer tu voluntad.
- Lc 1, 39-45. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

En María, el Hijo de Dios se hizo hombre para que nosotros, por su Pasión y cruz podamos llegar a la gloria de la resurrección (cf. 1.ª orac.). Y esto fue posible gracias a su fe, con la que aceptó obediente el anuncio del ángel: «Dichosa tú que has creído» (Ev.). Esa obediencia es la que tuvo el Hijo desde el momento de su encarnación: «Aquí estoy para hacer tu voluntad» (2 lect.). María, con el Hijo de Dios en su seno, es el arca de la Nueva Alianza que visita a Isabel. Y con ella nos dirigimos hacia Belén donde nacerá el jefe de Israel (cf. 1 lect.). El Espíritu Santo sigue haciendo presente a Cristo en la eucaristía (orac. sobre las ofrendas).